viernes, 1 de agosto de 2014
Boletín Informativo de la Asociación Cultural "Amigos de Macotera"
Soy el boletín. Hace tiempo que deseo sentarme contigo ante un vaso de vino y hablarte y que hablemos de muchas cosas, pues, hasta aquí, el agobio del trabajo apenas me ha dado tregua; pero quiero aprovechar un pequeño descanso, que me han dado los jefes, por aquello de que voy a cumplir los 28 años de existencia, y aquí estoy. Me dices que aún soy un chaval, con mis 28 años, pero no lo creas, pues, en esta profesión nuestra, 28 años son muchos años y no han resistido tanto, así de un tirón, muchos de mis colegas, por ejemplo, la vecina ‘Voz de Peñaranda” vivió 13 años, con una interrupción de 17, hasta que tuvo que jubilarse prematuramente, porque la vida y las fuerzas se agostan. Tengo que decirte que, si yo aguanto y tengo ilusión, es por la amabilidad y generosidad, con que me acoges cada vez que llamo a tu puerta, me recibes con una sonrisa y me reconfortas con la brisa de ese aire entrañable y motivador, que despide tu figura; y, con la misma actitud, yo te acerco la noticia, la de ayer, la de hoy y la incierta del futuro. La noticia que nos une, que supera añoranzas, despierta recuerdos y nos infunde historia. Y, en esta larga etapa profesional, he hecho muchos amigos: tú, el primero: pero también otros que se acercaban y se acercan a traerme encargos que, luego, te tengo que arrimar a ti. Y dando un vistazo a mi memoria, traigo a colación a un personaje muy peculiar y cordial, don José Flores, que, gracias a sus amenas chalas, aprendí a conocer personalidades como la de Migio “el Pisaguas’ y la del tío Matillas, y mil anécdotas que rezumaban gracejo y picardía; y no puedo olvidar tampoco a mi amigo Pedro Cuesta, que hizo crónica todos los usos y costumbres que se cocieron en el pueblo todo; ni a mi amigo, Francisco Sánchez Madrid, que me contó todas sus correrías y ardides de buen monaguillo y aprendiz de pequeño labrador; ni de mi amigo Jero Salinero, que se relamía en la Arcadia de sus versos, retratados en esas lentes devoradoras; ni a mi amigo. Juan Machaca, que contó la vida del pueblo en verso y loó, como nadie, a san Roque; ni a mi amigo Gerardo Cuesta, que me ilustró con las experiencias de sus sacrificadas correrías por el mundo; ni a mi amigo Antonio Sánchez, el que dicen el Corto, (no por metonimia), que se empeña en seguir viviendo lo que vivió y disfrutar lo que disfrutó, a pesar de los pesares del tiempo, del espacio y del éxodo; ni a mi amigo José Luis, el de los jeroglíficos en tinta china; ni a los más actuales como Ángel Blázquez, M Tere Nieto, Eloy Bueno, Antonio, su hermano, ni a Antonio Blázquez Madrid, que tiene su casa repleta de galardones por su buen ingenio y acertada sintaxis, y... a tantos, que no puedo olvidar, y que son tantos que no me caben en el corazón, y puedes ver consignados en las páginas de mi identidad informadora. En este caminar silencioso y oscuro, he venido urdiendo el entramado de este trabajo, que sabe a tiempo, a anécdota y aconteceres históricos. Miles de páginas y de contenidos del todo quehacer popular y social; miles de páginas con los cientos de usos y costumbres, que moldean nuestro carácter; miles de páginas que nos acercan nuestra historia desde que somos hasta hoy; miles de páginas que nos hablan de trabajos, de oficios, de hambres, de pobreza, de sacrificio, de desgracias, de desprendimiento y de bienestar; miles de páginas que ensalzan nuestras fiestas, nuestros cultos, nuestras jaranas y devociones; miles de páginas que son recuerdos que nos marcan y nos acompañan hasta el final, aquellos que no olvidamos, que nos forjan como personas, y nos enseñan a vivir, a valorar y a sentir. Toda una enciclopedia en tomos. Cinco tomos hemos logrado recopilar de noticias, que, junto con los dos de “Cuadernos macoteranos”, son el legado con que podemos inmortalizar nuestra vida e historia de pueblo, junto con otras publicaciones y escritos. Todo este bagaje noticiero, me lo puedes consultar, que yo estoy siempre a vuestra disposición, si no me encontráis en casa o me habéis extraviado, no os preocupéis, pues lo guardo todo en mi archivo y en cualquier bolsillo del chaleco. Y no quiero deciros hasta luego, sin reconocer que mi labor y dedicación profesionales han sido más ligeras gracias a las facilidades, que me han propiciado siempre mis jefes, que me han dejado realizar la tarea con plena libertad e ilusión. Tenía muchas ganas de compartir este rato contigo; lo he conseguido y me vuelvo a acariciar las teclas con el regusto de tu calurosa y agradable amabilidad; espero, que, dada la situación, no me apliquen un ERE, y pueda seguir con vosotros.
Eutimio Cuesta
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